Llueve mal
a un ritmo de rencor y aberración.
El agua está furiosa,
triste, manchada, exhausta,
harta de ofensas necias y colonizaciones.
Ya no sabe mantener la compostura
alterna el largo desdén con el brutal exceso.
El mar parece que se ha vuelto loco,
su contraataque
no entiende las leyes de la guerra.
Será mejor no dejar para mañana
algunas cosas que, aunque aún no lo sepamos,
elegiríamos por encima de todo.
Será mejor pensarlo pronto y decidirlo
como si fuera nuestra última semana.
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