a cuarenta años por kilómetro cúbico
En tus antecedentes
figura el horror que contemplaste
fuiste testigo de tu propio asesinato
y te viste obligado después a caminar
asistiendo tú mismo tus constantes vitales
Perdimos tus cuadernos cuando te detuvieron
pero nos queda
la guitarra que tú acariciabas
salvada del incendio
y en el penúltimo cajón de la memoria
casi desintegradas
las alforjas de tu caballo Mendo
las estrellas acampadas junto al río
y las viejas tabernas de un tiempo
que ya solo nos deja recordarlo
en blanco y negro
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