Es fácil que te llamen mientras cagas,
y difícil tener la voz serena.
Por eso no merecerá la pena
que urgencias de otras gentes satisfagas.
La prisa es la más necia de las plagas,
la arrastramos como una cruel cadena,
diez más dos días, son una docena
y se terminan, hagas lo que hagas.
La mente, siempre ausente de la escena,
vagando entre el pasado y el mañana,
enmascarando flores del momento,
absurdamente asume el argumento:
acata la esperanza siempre vana
del futuro que hará la vida buena.
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