lunes, 15 de junio de 2020

PASADIZO



I

En las manos
los aperos 
de la lengua de tiempo,
sin corriente, sin vela.

No llueve, no hace frío,
no recuerdo sus ojos
ni sé de quién hablo.
O quizá en algún sueño
ya olvidado.

Faltan más de dos horas
para que amanezca
y olvide otro sueño
donde no pasa nadie.


II

Un verdadero amor
o un lobo silencioso
o una bella mentira
te acechan en el sueño.

Pero el sol está alto,
tienes mucha tarea.

Cuando sea la hora
y por fin duermas,
ya se habrán ido.

Caminarás de nuevo
sin preguntarte
si la escena,
alguna vez, o muchas,
se repite.
Recorrerás la escena
donde no pasa nadie.


III

Afuera está el mundo
y no sabes del todo
vivir en tu cabeza.

La música que te transforma,
al principio 
fue llegando del mundo.
Rápida fijó cimientos 
en tu sangre y tus huesos.
Eres ya un termitero
de infinitos pasillos y recodos
con su templo absoluto
en el centro del pecho.

Hay raíces y ramas
que no acatan los muros, 
van rompiendo en silencio
la calma del olvido.

Es cuando necesitas
que el mundo no te borre todavía.
No cabe aún la paz
entre tantas termitas.
No sabes vivir solo en tu cabeza
entre tantos millones de pasillos
donde no pasa nadie.


IV

Otra vez caminar.
Hoy lo percibes
como estar vivo obligatoriamente,
sin una dirección apetecible,
algún plan anterior a morirse.

Has llegado a los árboles.
El mundo te rodea
pero solo te habita su ruido,
nadie llega.

Un estanque con peces
lo deja todo claro,
muestra 
en sus aguas oscuras
un ser asomado al abismo
en el que tú respiras.
Tú, ser de un mundo inconcebible,
más allá de los sueños posibles
de un ser que respira
en su universo mínimo,
silente.

Es cuando eres consciente
y ves la utilidad
de seguir caminando.
Aunque sea entre la gente,
aunque no pase nadie.


V

Y llega, siempre llega,
presente, la hora de la tregua,
el nido vacío en la sombra
con su puerta posible,
azar de inexpugnable santo y seña,
vereda imprescindible
para pisar la tierra de destellos
donde no existió el tiempo,
siempre es ahora
y está nadie,
y puede ser cualquiera
con su abrazo rotundo sin comienzo.

Siempre va a ser nunca y ahora.
O la tregua
muda,
oscura, 
sin manos ni pies.




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