Ya no puedo caer, mi amor es ya más grande que las desilusiones Puedes irte, lo sé, pero sé que, hasta solo, viviría mil años He llegado a saber que vivir es amar hasta el fondo del alma, donde una melodía o un dibujo sencillo pueden más que el olvido
Hoy lo hemos sabido, estábamos cantando. Todo se hizo por unos segundos infinito y perfecto. Ya no preguntaremos el cómo ni el porqué de este universo, supimos sin palabras aquello que es enorme, que cabe en una gota de aire, de vino, de tiempo. Estábamos cantando y era como volar.
Hoy es hoy pero por poco tiempo. Ayer también lo fue y dejó de serlo. Mañana será hoy dentro de poco pero por poco tiempo, casi nada. El mes que viene todavía no existe, igual que el mes pasado que ya ardió. Este mes es confuso pues los días no paran de cambiarse de vestido, y cuando den las dos serán las tres. AHORA es solo una forma de hablar pero NUNCA es a menudo más denso que la roca más dura y más fría.
Qué estrépito viola tu distancia del mundo? Qué puñado de aire te niega el saludo? Amaneces y el día dispone de ti. A menudo te ignora, a veces, insaciablemente bebe tus minutos, tu sudorosa productividad, tu terror domesticado a la nada y lo infinito. Normalmente dispones de abrigo y agua, pero suele faltarte la luz y el aire (La razón asfixiada, el corazón a oscuras) Qué camino amigo procura tus pasos? Qué mar irá a besar tu cuerpo vivo? Qué mar abrazará tu tiempo muerto?
Necesitaba mar, casi me ahogo, quise llenar de golpe el gran vacío de tanto día gris a fuego lento, de tanto medio abrazo y ya veremos. Necesitaba amar, fue un desvarío, casi me vuelvo loco comprendiendo motivos raros, casi coherentes, mares casi tranquilos de veneno. Necesito vivir, morir es fácil. Voy a quemar los barcos de la lógica, podrá cualquier camino recorrerme. En la armonía de cualquier desorden llegará a mi la tarde enamorada y cantaré en la luz que me consuma.
Si, ya sé que tus leopardos no vendrán a la cita. Puede ser que por eso no logre recordar tu argumento y tu rostro cuando me vea remando, envuelto en las aguas exteriores. Pero si, tras los montes, alcanzaras la orilla y otearas los aromas, las cadencias y brillos de refranes, tormentas, lisonjas y silencios, los motivos efímeros que van siempre conmigo, también te servirá la risa, algún licor, tortugas, palíndromos...
También tu llegas en fecha errada. Hace mucho, una tarde equivoqué el camino de los días. Mi reloj desde entonces ya no recuerda el orden de las horas. A veces, sin poder hacer nada, contemplo,
como el paisaje que se aleja del tren,
las escenas normales que nunca ocurrieron, la vida que no viviremos porque perdí, hace ya mucho, el camino de aquel cuarto de hora. Nadie salió a buscarme, tu tampoco, y los dias no encuentran mi guarida. Otra vez voy a salir a patrullar algún camino, aunque sea imaginario. Si tropezamos no preguntes la hora.
¡Que un rebaño de pulpos sobrevuele tu frente! El tiempo me irrita. Las horas emulando el desfile de un batallón inacabable, subdividiendose, formando en distintas compañías, pelotones en misión rutinaria, caracoles vacíos, brújulas extenuadas, sopa de viento fugitivo. Las horas impostoras fingiendo transcurrir en una realidad falsa y absurda, usurpando su papel para burlar tu derecho a la verdad. Las horas celestiales, relámpagos de gozo, bendición cruel que se complace en la melancolía ácida que impone. Las horas ya muertas, ignoradas, sin lápida, reproche mudo en un bolsillo de otra prenda. Y la hora en la que aparecerán a poca altura las bandadas de recuerdos voladores. Con sus tentáculos mesando tus cabellos te anunciarán la hora que siempre se aproxíma.
La hora hueca, llega de pronto envuelta en otras horas que tampoco saben transcurrir, que terminan por la inercia que todo consume. Esa hora de ventanas ocultas que me ven desorientado, sin empuje, y, de reojo, murmuran ironías. Esa hora que miro de frente desafiando el poder impredecible que nada en su placenta. Esa cima desde donde contemplo la terquedad del tiempo en sus tres formas: no cambiar, no durar, no llegar. Esa hora de silencios estridentes, de universo frondoso y abismo sordomudo, esa hora en que sospecho una puerta y casi huelo el aire nuevo que hay detrás, esta demasiado poblada de segundos, todos huyen o mueren o se esconden, ninguno grita "éste es el momento!"
No encuentro la manera de decirlo, y me pregunto si escribir es lo mismo que hablar solo.
Pero esta sensación no se parece a los silencios incómodos que empujan a emitir alguna frase para romper la distancia intolerable con alguien situado a medio metro.
Aquí no hay nadie más, y sin embargo, hay palabras que se agitan buscando alguna grieta para escapar de mi, unirse a otras y vivir su propia vida como quien sale de la casa de sus padres y alquila su primer apartamento.
He consumido varios de tus minutos porque no encuentro la manera de decirlo, y me pregunto cual es la causa y cual la consecuencia, qué fue primero, la ansiedad o el arte.
Desorden de las horas, a veces son escasas, otras demasiadas que parecen condenas de lentitud exasperada.
Minutos revueltos, segundos eternos, años que se esfuman en la nada de efímeros progresos.
Meses apremiantes, egoístas, tercos, vacíos al final de tanto esfuerzo.
Estamos construyendo la existencia que va a barrer el viento.
Solo quedan ideas sin palabras, sentimientos, ideas sin contorno, plenitud de un momento procreador, a veces, de canciones, a veces de sospechas de que algo se ha muerto.
Y seguiremos enterrando días mientras nazcan deseos.
La esperanza maltrecha, la fe disuelta, la alegría sujeta a un barómetro ambiguo.
Mar blanco de cruces donde patina atolondrada una bolita, untando tinta injertada de deseos, de gritos que se ahogan antes de ver la luz, de alaridos sin causa, excrementos del alma.
Un sueño me abraza como el abrazo liviano, ineludible, que ocurre en los finales, cuando ya todo es nada.
Mar blanco de cruces donde fluye sin cauce la multitud dispersa de mis dudas, la saliva anhelante de mis sueños.
Sala de los trofeos, territorio pasado que el presente visita con orgullo, por ejemplo en verano o en domingo. Contrapeso del vacío que, sin apuro, espera su momento.
Mar blanco de cruces donde nada una bolita que lo mancha, donde navego sin saber qué significa puerto, qué cosa es ensenada.
Dijeron: -Ten cuidado. Querían desviar mi atención. También dijeron: -Debes hacerlo así, mientras hacían otra cosa.
Lo estropearon casi todo, y pensaron en decir: -¿Porqué te desvías? Dijeron: -Te has desviado.
Pero mi culpa aún no era demasiada, y dijeron: -Ahora tienes que hacer esto, y ya les debía algo, no sé qué. Estaban ocupados en cosas importantes y quedamos en tablas. Pero otra vez dijeron: -Ten cuidado. Y ahora querían que tuviera cuidado.
No pienso pagar.
Ahora tengo cuidado, son de cuidado. Pero siguen inmersos en cosas importantes, y no me ven.
No saben cuando voy a hacerlo, no saben lo que voy a hacer cuando me descuide.