Calle abajo,
su mente parecía una longeva disputa
de amor.
Ora el afán de resistirse a toda lógica,
de esconder lo notorio, lo sangrante,
bajo la devoción que nos aferra
al ser amado,
disfraz del pánico al oleaje del olvido...
Ora el enfado miserable de las cuentas,
del doy más que recibo y no me oyen,
del quiero perdonar y no me dejan.
Pensó que las guerras entre amantes
desembocan en paz
cuando ninguno de los dos siente deseos
de dominar un territorio devastado,
de ser amado por los restos del naufragio...
¡Que paz indeseable, gris, tardía!
Muerte y olvido, materia imprescindible
para un nuevo comienzo de la vida
que se aferra a la vida, el ser amado,
el verdadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario