Efecto secundario de ver telediario
en sus cien uniformes,
sus salones, sus pérfidos retratos.
Su séquito me asoma al desconcierto,
conste que me declaro
inmejor, inpeor* e innegociable.
Defeco
-no sin ciertas condolencias e insultos-
en el sumiso pelotón
que me despacharía
si se cayeran todas las caretas
y si me encuentran.
Mientras tanto, defeco en el monarca,
sus monaguillos y sus monarquillas.
Lo sostengo ante el juez
y las redes sociales.
* El bolígrafo es mío.
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