de amapola febril escondida en su valle,
pero no está a mi alcance ya el precio de tal gozo
y busco emanciparme del todo y del detalle.
Recuerdo el pecho ardido de eternas lealtades
que, ingenuo, modelaba la identidad soñada,
y aunque me negué a verlo, brotaban realidades
que mudaron incendios en hielos de la nada.
Los momentos amables, los días que me eligieron
y no supe vivir, hoy los doy por felices.
Quisieron suplantar amores que murieron,
y tiernos me besaban sin dejar cicatrices.
Así pasa la vida y empuja hacia la orilla
que abre el mar infinito del que no se regresa.
Guardaré en el bolsillo una canción sencilla
para llamar al viento si la niebla se espesa.
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