saber que fuiste el último en saberlo.
Ignorarlo le daba
una tregua a tu fe en la alegría,
una prórroga al tiempo inocente.
Pero ya quedó lejos
el comienzo brutal del ascenso
por la senda escarpada
que iba esquivando abismos,
el terror al presente desnudo,
el grillete del rencor insuficiente,
la nauseabunda calma
que suplantaba al auténtico olvido.
Recoge tu petate, continúa,
ya casi estas llegando al altiplano,
ya ves el horizonte.
Ya el mar sabe que estás en el camino
de su abrazo,
esta vez
para quedarte.
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