Voy en la caravana de los días,
a veces zángano en mi mente entretenida,
a veces en cabeza del anhelo
de ver y oir y ser oído y visto.
Casi siempre me entrego a la tarea
elegida, ascética, sin meta:
sigo afilando los dedos de mi voz
y templando el tambor de mi lengua,
convierto la física del aire
en versos, consejos, lamentos,
euforias, abrazos, rabietas...
Pido a la noche su bendición de cómplice
y ella me hace pasar a la sala de espera,
son tantas vidas ardiendo sin compás
el fuego blanco de la luna o la ausencia!
A veces, sin aviso, ella me abre su casa,
abraza mis deseos de ser oído y visto,
deseado, danzado y apretado.
A veces me acuna y me acompaña,
y nos damos los dos la bendición
fluyendo juntos hasta la pequeña muerte.
Al despertar, a veces zanganeo,
entretengo al anhelo con sueños retroactivos,
mi salario de luna, fuego, ausencia,
danza, grito, canción imprevista.
Viajo en la caravana de los días,
juego a alterar los rumbos de la noche.
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