Amiga que galopas y cabalgas,
de la manera que prefieras, ponte,
pero deja que sea mi horizonte
el aroma redondo de tus nalgas.
Deja ser a mi lengua entusiasmada
minero en el filón de tus gemidos,
mientras la tuya cuenta los latidos
que el corazón presta a mi dulce espada.
Preciosa flor que la fricción sonroja,
acoge al peregrino sin hogar
que lucha por compartir su alegría.
Deporte amable, feliz paradoja,
los dos corremos sin querer ganar,
buscando la más grata sincronía.
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