y tus ojos soplaban una brisa fragante.
Yo, pobre de pasión, vestía de olvido,
y me puse manos, boca y ojos de fiesta.
Luego te disfrazaste de mujer desnuda,
yo de hombre feliz,
dibujando senderos de besos por tus campos.
Fuiste la tierra para mis raíces,
y los dos nos vestimos de anhelos alcanzados.
Un día, tu brisa mudó en ráfagas
indecisas, tangentes y tercas,
calzabas lemas cínicos, descabellados, fríos.
Yo me puse el equipo de naufragio.
Hoy no te veo,
vas vestida de larga distancia.
Ni tu me ves,
voy vestido de poeta.
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