desperté una mañana sin resumir la lógica,
y al ver las atenciones que planeaban darme
escapé a la deriva por las calles azules.
Le dije, no sea cínica! señora! no me muerda,
tengo el corazón bífido y sueño con amarla,
cada día transito noche atrás, sin sospechas,
y giro con ternura la tercera a la izquierda.
Seamos inocentes! dijo el farol hambriento,
rimemos la lujuria con la perseverancia.
Sonó luego un aroma, no más de tres minutos.
Confieso que he deseado barajar las ofrendas,
darle un asno a Julieta, a Juliana murciélagos.
Esta filantropía a rayas me dispersa.
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