Tras el aprendizaje de la vida
ofrezco mis ruinas a tus ojos...
Javier Egea
Va un silencio despacio,
distraído, vago.
Manchado de algún ruido necesario,
transita como nube
transita como nube
por las calles de sol descolorido.
Hace como los ríos,
se agacha en cada esquina,
se desploma y avanza.
¿Es el mismo silencio de otro siglo?
no recuerda,
sigue como un león hipnotizado,
convencido de ser solo un recuerdo
que no encuentra su casa.
Al fondo de cien calles, una plaza
de campanas o márgenes finales.
Parecen llover risas
de niños, o un borracho
que canta su destino con hiriente dulzura.
Va un silencio sin prisa,
como hombre obligado a recorrer un mapa,
esperando señales
sin saber de qué ojos
vendrá la contraseña que desordene el llanto,
vendrá la contraseña que desordene el llanto,
que encienda la traca final de la locura,
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